1.6.09

Cap II

Salí de mi dormitorio, llegué a la sala, me miré lentamente en el gran espejo que tenia en una de sus paredes y vi a un sujeto desnudo, triste con ganas de huir de allí, con ganas de desaparecer, de querer ser tragado por la Tierra para siempre. Entonces veo al mismo sujeto siendo acechado por una mujer, una fémina que acababa de conocer la noche anterior en un bar de por su zona.

Desnuda, se acercaba por detrás mientras dirigía sus carnosos labios a mi desnudo cuello y lo empezaba a besar. Sus manos sentían de pronto mis hombros, mi cabeza, mi torso, mis piernas; como buscando algo que jamás encontrarían.

Yo, en cambio, seguía totalmente estático. Siendo testigo de mí mismo frente a ese maldito espejo.

Me volví hacia ella y no tuve más remedio que empujarla en dirección a los sillones rojos que había comprado hacía unos días. Ella asustada por la brusquedad dijo : "¿Que sucede?" Me volví hacia el espejo para encontrar al sujeto que habitaba en él, para, de alguna forma, darle a entender que estaba harto de todo eso... pero, lamentablemente, se había ido. Lo odié; miré a la chica que recién acababa de conocer me acerqué al sillón rojo y muy suavemente, muy lentamente empecé la rutinaria acción de besarla, tocarla, sentirla, excitarme y jugar con ella... y viceversa.

Mi boca empezó a probar sus ácidos pero carnosos labios, sus mejillas; y, lentamente, va bajando por su cuello y luego, súbitamente, a sus senos. Mis labios, entonces, empezaron a acariciarlos, de mil formas mientras la tipa de quién no conocía su nombre se contorsionaba, se quebraba se y agitaba rápidamente. Sus manos empezaron, entonces, su nueva búsqueda en mis brazos, en mi espalda y en mi rostro.

Y todo esto, mientras sentía que el tipo del espejo me observaba desde algún lugar de su mundo con desprecio y lástima.

Pasaron los segundos, los minutos y ,finalmente, las horas hasta que el sexo terminó. Un sexo muy pasional, incluso, casi agresivo pero indudablemente frívolo.

Al fin hablé y le dije : "Creo que es hora de que te vayas." Hubiese disfrutado mil veces decirle que la odiaba, que la despreciaba con toda mi alma y que detestaría volverla a ver en un futuro, que nunca existirá. Pero, por ciertos modales que seguro, nunca entenderé porque le dije lo que le dije. Entonces me preguntó: "¿Me volverás a fotografiar?"La miré con total frialdad e indiferencia solo para contestarle decidido: "No, es suficiente." ."¿Cuándo podré verlas?" - me dijo como tratando de aferrarse a mi, como atándome a ella, con obvias intenciones de volverme a ver. "Te las mando por correo" - contesté sintiéndome harto de dirigirle la palabra.

Se dirigió a la habitación donde estaba su cartera, muy aparte de su ropa, simplemente para traer una tarjeta, donde estaba impreso su correo.

"Vístete" - le dije.

Extraño a Annie.